Ayer
me ocurrió una cosa curiosa. Por la tarde, motivada porque durante esta semana habíamos estado trabajando la elegía de V.H. Auden, me puse a
leer algunos otros poemas de este autor. La casualidad quiso que me fijase en
uno titulado Musée des beaux-arts , en el que el poeta parece interpretar un cuadro de Peter Breugel, La caída de Icaro.
Este pintor, no sé muy bien por qué, siempre
me ha fascinado, como El Bosco. Como no recordaba bien el cuadro, aprovechando
esta maravillosa herramienta que nos brinda la red de encontrar todo en ella,
me puse a localizarlo. Sí, me sonaba, pero no había reparado en él con
profundidad. Al principio, al observarlo, me costó entender el sentido de su
titulo: yo no veía a Ícaro por ninguna parte.
Mirad con atención vosotros, ¿a que os pasa lo mismo?
La
primera impresión es la de un encantador e irreal paisaje donde la mirada se
centra fundamentalmente en un campesino que conduce un arado; tras este, un
pastor con rebaño; de marco, una especie de ensenada: al fondo se adivina una
ciudad; en plano más próximo destaca un barco; cerca de la orilla, un pescador
y, no lejos de este... unas
piernecitas de alguien que acaba de caer al mar. ¡Ah!, ¡ese debe de ser Icaro... ¿ verdad que no es fácil
localizar al personaje mitológico que le da título?
Intenté
darle un sentido:
La tragedia de Ícaro - el personaje que había escapado del
laberinto de Creta volando con las alas que su padre le había fabricado con
cera y que, orgulloso, creyó poder acercarse al sol, lo que derritió la cera e
hizo que se precipitase al mar- apenas queda reflejada en el cuadro ¿Por qué?
Releí
el poema de Auden. Sus palabras me ayudaron a esclarecer uno de sus significados
(las buenas obras de arte nunca se pueden reducir a una única interpretación): cuadro y poesía nos "hablan" en parte de lo mismo; intuimos la comunicación entre el poeta y el pintor. Observando el cuadro de Breugel, Auden es consciente de su maestría, reconoce esa habilidad, inherente a los grandes
artistas, para entender y expresar cómo la humanidad está marcada por el dolor y la
muerte, que, imprevista, acaece en cualquier momento o de cualquier forma. Pero
ello no impide que dicha humanidad siga su curso, ajena a veces a las pequeñas
o grandes desgracias, individuales o colectivas; la vida sigue, la naturaleza también : los
hombres continúan sus cotidianos
quehaceres, indiferentes a las tragedias que los rodean, porque ahí radica la
esencia del vivir, y el dolor o la muerte no pueden detener la naturaleza de la
vida.
He aquí el poema:
Musée
des beaux-arts
Acerca
del dolor jamás se equivocaron
Los
Antiguos Maestros. Y qué bien entendieron
Su
función en el mundo. Cómo llega
Mientras
alguno cena o abre la ventana
O
nada más camina sin objeto.
Cómo,
mientras los viejos aguardan reverentes
El
milagroso Nacimiento, habrá siempre
Niños
sin mayor interés en lo que ocurre,
Patinando
En
el estanque helado a la orilla del bosque.
No
olvidaron jamás
Que
el eterno martirio ha de seguir su curso,
Irremediablemente,
en sórdidos rincones,
Donde
viven los perros su perra vida
Y
la yegua del verdugo se rasca
Las
inocentes grupas contra un árbol.
Por
ejemplo, en el Icaro de Brueghel:
Con
qué serenidad
Todo
parece lejos del desastre.
El
labrador oyó seguramente
El
rumor de las aguas y el grito inconsolable.
Pero
el fracaso no lo conmovió:
Brillaba
el sol como brilló en el cuerpo blanco
Al
hundirse en las aguas verdes.
Y
la elegante y delicada nave
Debió
haber visto lo inaudito:
La
caída de un niño que volaba.
Pero
el barco tenía un destino
Y
siguió navegando en calma.
Un
artista inspirando a otro; ambos regalándonos palabras, imágenes, reflexiones,
vida...
Pero,
bueno, si he empezado esta entrada
hablando de algo curioso, y sois lectores atentos, os deberíais estar
preguntando que dónde está la curiosidad de la que os hablaba al inicio
En realidad, lo curioso ha sido una simple coincidencia: horas más tarde, sin tenerlo pensado ni tan siquiera haber oído hablar de ella, he acabado en el cine viendo una película basada en
otro cuadro "Camino al calvario"
¿Sabéis de qué pintor? De Breugel, por supuesto. La película se titula El molino y la cruz, y aunque no es el tipo de película que suele gustar a los jóvenes- ni tan siquiera es 'apta' para algunos mayorcitos, aquellos que no soportan una película de ritmo lento y escaso argumento- me ha gustado tanto que amenazo, si tengo tiempo, con una próxima reseña sobre la misma.
En el vídeo siguiente podéis oír al propio Auden recitando su poema:
¿Sabéis de qué pintor? De Breugel, por supuesto.
En el vídeo siguiente podéis oír al propio Auden recitando su poema:
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