lunes, 17 de diciembre de 2012

Auden, Breugel y La caída de Ícaro

Ayer me ocurrió una cosa curiosa. Por la tarde, motivada porque durante esta semana habíamos estado trabajando la elegía de V.H. Auden, me puse a leer algunos otros poemas de este autor. La casualidad quiso que me fijase en uno titulado  Musée des beaux-arts , en el que el poeta parece interpretar un cuadro de Peter Breugel, La caída de Icaro.
 Este pintor, no sé muy bien por qué, siempre me ha fascinado, como El Bosco. Como no recordaba bien el cuadro, aprovechando esta maravillosa herramienta que nos brinda la red de encontrar todo en ella, me puse a localizarlo. Sí, me sonaba, pero no había reparado en él con profundidad. Al principio, al observarlo, me costó entender el sentido de su titulo: yo no veía a Ícaro por ninguna parte.
Mirad con atención vosotros, ¿a que os pasa lo mismo?


La primera impresión es la de un encantador e irreal paisaje donde la mirada se centra fundamentalmente en un campesino que conduce un arado; tras este, un pastor con rebaño; de marco, una especie de ensenada: al fondo se adivina una ciudad; en plano más próximo destaca un barco; cerca de la orilla, un pescador y, no lejos de este... unas  piernecitas de alguien que acaba de caer al mar. ¡Ah!, ¡ese  debe de ser Icaro... ¿ verdad que no es fácil localizar al personaje mitológico que le da título?

Intenté darle un sentido:
La tragedia de Ícaro - el personaje que había escapado del laberinto de Creta volando con las alas que su padre le había fabricado con cera y que, orgulloso, creyó poder acercarse al sol, lo que derritió la cera e hizo que se precipitase al mar- apenas queda reflejada en el cuadro ¿Por qué?
Releí el poema de Auden. Sus palabras me ayudaron a esclarecer uno de sus significados (las buenas obras de arte nunca se pueden reducir a una única interpretación): cuadro y poesía nos "hablan" en parte de lo mismo; intuimos la comunicación entre el poeta y el pintor. Observando el cuadro de Breugel, Auden es consciente de su maestría, reconoce esa habilidad, inherente a  los grandes artistas, para entender y expresar cómo la humanidad está marcada por el dolor y la muerte, que, imprevista, acaece en cualquier momento o de cualquier forma. Pero ello no impide que dicha humanidad siga su curso, ajena a veces a las pequeñas o grandes desgracias, individuales o colectivas;  la vida sigue, la naturaleza también : los hombres continúan sus  cotidianos quehaceres, indiferentes a las tragedias que los rodean, porque ahí radica la esencia del vivir, y el dolor o la muerte no pueden detener la naturaleza de la vida.

He aquí el poema:

Musée des beaux-arts
Acerca del dolor jamás se equivocaron
Los Antiguos Maestros. Y qué bien entendieron
Su función en el mundo. Cómo llega
Mientras alguno cena o abre la ventana
O nada más camina sin objeto.
Cómo, mientras los viejos aguardan reverentes
El milagroso Nacimiento, habrá siempre
Niños sin mayor interés en lo que ocurre,
Patinando
En el estanque helado a la orilla del bosque.

No olvidaron jamás
Que el eterno martirio ha de seguir su curso,
Irremediablemente, en sórdidos rincones,
Donde viven los perros su perra vida
Y la yegua del verdugo se rasca
Las inocentes grupas contra un árbol.

Por ejemplo, en el Icaro de Brueghel:
Con qué serenidad
Todo parece lejos del desastre.
El labrador oyó seguramente
El rumor de las aguas y el grito inconsolable.
Pero el fracaso no lo conmovió:
Brillaba el sol como brilló en el cuerpo blanco
Al hundirse en las aguas verdes.

Y la elegante y delicada nave
Debió haber visto lo inaudito:
La caída de un niño que volaba.
Pero el barco tenía un destino
Y siguió navegando en calma.

Un artista inspirando a otro; ambos regalándonos palabras, imágenes, reflexiones, vida...                                                     
Pero, bueno, si he empezado esta entrada  hablando de algo curioso, y sois lectores atentos, os deberíais estar preguntando que dónde está la curiosidad de la que os hablaba al inicio
En realidad, lo curioso ha sido una simple coincidencia:  horas más tarde, sin tenerlo pensado ni tan siquiera haber oído hablar de ella, he acabado en el cine viendo una película basada en otro cuadro "Camino al calvario"
¿Sabéis de qué pintor? De Breugel, por supuesto. La película se titula El molino y la cruz, y aunque no es el tipo de película que suele gustar a los jóvenes- ni tan siquiera es 'apta' para algunos mayorcitos, aquellos que no soportan una película de ritmo lento y escaso argumento- me ha gustado tanto que amenazo, si tengo tiempo, con una próxima reseña sobre la misma.

En el vídeo siguiente podéis oír al propio Auden recitando su poema:


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