martes, 21 de febrero de 2012

Historia de un texto, de una oración, de un punto

Desde que escuchara hablar de un libro llamado Rayuela, cuyo autor no recordaba pero imaginaba como un hombre cincuentón de barba espesa y grisácea como su melena y gafas de media luna que acristalaban una mirada excéntrica, él creía que era el libro poseedor de los más extraños y alocados estilos narrativos, entendiendo por extraño un texto carente de verbos y por alocada, una historia escrita única y exclusivamente con una vocal, aunque no tenía esto por qué ser cierto, decidió que él quería hacer algo semejante, y se puso a escribir y escribir y practicar cosas raras como usar solo una vocal, o eliminar los verbos, como él imaginaba que era el libro, para tal vez lograr algo, pero sin conseguirlo, desanimándose a cada momento más, hasta que se percató de que en el largo texto que había escrito ese día no se contaba un solo punto y siguió escribiendo, dando imaginables rodeos y utilizando las más estrafalarias, imaginativas y por supuesto largas expresiones para llenar líneas y líneas de palabras, comas, adjetivos, subordinadas, pese a lo que él detestaba la sintaxis, y, si no tenía más remedio, expresiones inventadas con tal de evitar poner un punto, pues él deseaba que su texto tuviese solo un punto, un gran punto de orgullo, clímax, culminación de su trabajo, de sus horas pensando, de las hojas que había arrugado por no satisfacer sus esperanzas, una pequeña mancha negra que al mismo tiempo era una inmensa marca de orgullo y maestría que él esperaba que se le reconociera, una sola gota de tinta de su pluma, que en los pocos meses que la poseía había rasgado sobre decenas de hojas de papel, cuadriculado normalmente y a veces blanco, una simple gota, signo de majestuosidad, signo, marca, símbolo y un largo etcétera de sinónimos de punto, al que si no me equivoco, y creo que no lo hago, lentamente, en este mismo instante, debes haber llegado tú.

1 comentario:

  1. Pues sí, llegué a ese punto final de esa historia tan a lo Cortázar. Muy bien, M. Por cierto, casualidad, ayer se cumplían cincuenta años de la publicación de "Historias de cronopios y de famas", obra con la que Cortázar nos enseña a mirar lo cotidiano con nuevos ojos.
    Bienvenido al blog.

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