domingo, 29 de enero de 2012

Nacido en un día azul, de Daniel Tammet

Nací el 31 de enero de 1979, un miércoles. Sé que era miércoles porque para mí esa fecha es azul, y los miércoles siempre son azules, como el número nueve o el sonido de voces discutiendo. Me gusta la fecha de mi nacimiento porque visualizo la mayoría de sus números con formas suaves y redondeadas, similares a los cantos rodados de una playa. Y eso es porque son números primos: 31, 19, 197, 97, 79 y 1979. Todos ellos son divisibles sólo por sí mismos y por la unidad. Puedo reconocer todos los números primos hasta
9973 por su cualidad «cantorrodada». Así es como funciona mi cerebro.
Sufro una afección conocida como síndrome del genio autista, de la que se sabía poco antes de que la describiese el actor Dustin Hoffman en la película Rain Man, que ganó un Óscar en 1988. Al igual que Raymond Babbitt, el personaje de Hoffman, yo también siento una necesidad casi obsesiva por el orden y la rutina, que afecta virtualmente a todos los aspectos de mi vida. Por ejemplo, cada mañana, para desayunar, como exactamente 45 gramos de copos de avena; peso el tazón con una báscula electrónica para asegurarme. A continuación cuento el número de prendas de vestir que me pondré antes de salir de casa. Siento ansiedad si no puedo beber mis tazas de té todos los días a la misma hora. Cuando me estreso demasiado y no puedo respirar bien, cierro los ojos y cuento. Pensar en números me ayuda a calmarme.
Los números son mis amigos y siempre han estado cerca de mí. Cada uno de ellos es único y cuenta con su propia «personalidad». El 11 es simpático y el 5 es chillón, mientras que el 4 es tímido y tranquilo. Es mi número favorito, me recuerda a mí mismo. Algunos son grandes -23, 667, 1179-, mientras que otros son pequeños: 6, 13, 581. Algunos son preciosos, como 333, y otros feos, como 289. Para mí, cada número es especial.
Vaya donde vaya o haga lo que haga, los números nunca están muy lejos de mi pensamiento. En una entrevista en el programa de David Letterman en Nueva York, le dije que parecía 117, alto y desgarbado. Más tarde, fuera, en la numéricamente apropiada Times Square, levanté la mirada hacia los elevados rascacielos y me sentí rodeado de nueves, el número que asocio con sensaciones de inmensidad.
A mi experiencia visual y emocional de los números los científicos la llaman sinestesia. Se trata de una extraña mezcla neurológica de los sentidos, cuyos resultados más comunes son la capacidad para ver letras y números en colores. La mía es de un tipo poco común y muy compleja, pues veo los números como formas, colores, texturas y movimientos. Por ejemplo, el número 1 es de un blanco brillante y luminoso, como si alguien me enfocase a los ojos con una linterna. El 5 es un trueno, o el sonido de olas rompiendo contra las rocas. El 37 es grumoso como las gachas, mientras que el 89 me recuerda a la nieve cayendo.


Este es el inicio del relato Nacido en un día azul, de Daniel Tammet. Ya hace algún tiempo que se publicó, pero mi interés por su lectura se despertó leyendo el capítulo que Rosa Montero le dedica en su libro El amor de mi vida (por cierto, precioso libro en el que se recogen una serie de artículos aparecidos en El País, en el que nos habla de algunos de sus grandes amores, o sea, de algunas de sus lecturas favoritas; leyéndolo descubrimos matices nuevos de obras ya conocidas o títulos de los que no habíamos oído nada- como éste- pero que, con su comentario, se nos antoja urgentemente leer)

Pero, volvamos al libro de Tammet. Es un relato autobiográfico que nos acerca a la mente de un joven con síndrome de Asperger (un trastorno del espectro autista) con una extraordinaria capacidad mental para las matemáticas y el aprendizaje de lenguas. Daniel Tammet nos cuenta su infancia, los primeros indicios de su "rareza", sus dificultades para relacionarse de un modo convencional -especialmente en su paso por la escuela y el instituto , donde ser diferente, sea cual sea la diferencia, siempre es un obstáculo- ;  nos describe su forma especial de experimentar la realidad , sus habilidades sinestésiscas, sus prodigiosas dotes memorísticas y de cálculo;  nos relata, también, cómo consigue llevar una vida autónoma y plena, a pesar de los condicionantes que su Asperger y su Genialidad le imponen.
Es una lectura amena e interesantísima.

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