Tan sólo dos días antes de su muerte, con la evidencia ya de que era una despedida, le había escrito unas palabras. Un wasap. No sé si llegó a leerlo o a hacerlo aún consciente. En realidad, da igual pues todo lo que allí le decía, ella lo sabía bien: eran palabras de amistad, de respeto, de admiración y sobre todo, de cariño y gratitud. Ella, tan poco dada a gustar del halago, no las necesitaba; yo, sí.
En realidad, son las palabras que cualquiera que hubiera tenido trato con ella le podría haber dedicado. Hablo en primera persona pero estoy segura de que transmito el sentir de la mayoría de los que tuvimos la suerte de conocerla; quien haya pasado por la Senda ha percibido su inteligencia, su capacidad de trabajo y organización, su implicación, su buen hacer tanto en lo profesional como en lo personal. Porque hay personas que pasan por tu vida pero apenas si dejan huella y otras que la enriquecen, que la fecundan, y su ejemplo te incentiva a mejorar. De estas era Mari Luz.
Para mí ha sido la mejor compañera de trabajo que una pueda desear. Así la siento. Han sido muchos cursos de compartir aulas y departamento en armonía, de trabajar con entusiasmo, de luchar en causas comunes, de sentirnos enamoradas de nuestra profesión. Aunque éramos muy distintas -ella, ordenada, racional y eficiente; yo, despistada y más sentimental- congeniamos desde el principio y nos apoyamos siempre. Trabajar junto a ella era un disfrute y una exigencia; en lo profesional ha sido maestra; en lo personal, amiga. Al dolor de la pérdida se entrelaza la conciencia de la suerte que ha supuesto que se cruzase en mi vida.
El lunes pasado, tras los minutos de silencio que guardamos por ella como homenaje, hablándoles, emocionada, de lo que para mí había significado tenerla como compañera, comenté en una de las clases la importancia de la amistad y el compañerismo y la necesidad de tener claro el significado de esas palabras. Deseé a mis alumnos y alumnas que encontrasen a su Mari Luz particular. Porque un amigo -o un buen compañero- no es quien te dice lo que quieres oír sino el que te obliga a superarte, quien te facilita ser mejor persona.
Gracias, Mari Luz.
Gracias por tanto, compañera del alma.
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