martes, 28 de mayo de 2013

Dos poemas de Li Qingzhao

La primera vez que, por casualidad, leí algún poema de Li Qingzhao quede conmovida por esa poesía en apariencia sencilla pero extraordinariamente sugerente.
Antes de nada he de confesar que mi desconocimiento de la poesía china es total por lo que fue para mi una gran sorpresa descubrir que se trataba de una autora del siglo XI (1083-1151)
Y digo sorpresa porque algunos de los rasgos de su poesía  sólo los hemos visto en nuestra lírica occidental en el siglo XX. Seguramente por ello sus poemas parecen tan actuales, tan de nuestros días . La yuxtaposición de imágenes, el juego de perspectivas al utilizar la primera y la tercera persona como desdoble del yo poético, el uso de símbolos , la fuerza de la sugerencia nos llevan en un primer momento a pensar en un texto contemporáneo... Y sin embargo, ¡diez siglos nos separan de su autora! Por contraposición , sus temas, en general en torno al lamento amoroso por la ausencia del amado, a la espera, nos recuerdan las primeras  composiciones medievales de nuestra lírica popular : las jarchas, las cantigas de amigo, algún villancico...

Propongo como muestra dos de sus poemas (en traducción de Pilar González); palabras que trascienden límites temporales y culturales por su propia cualidad poética.


Una rama de ciruelo
el aroma de los lotos rojos se desvanece,
verde alfombra de otoño,

me desabrocho el fino vestido de seda,
sola subo a la pequeña barca

¿quién me enviará entre las nubes
 preciosos mensajes de amor?
Quizá volando de regreso
 las ocas salvajes dibujen palabras en el cielo

La claridad de la luna envuelve el pabellón del oeste
Las flores se marchitan
pero las aguas fluyen como siempre

Igual que nuestro amor
Dos lugares distintos: una misma tristeza
Que quisiera detener pero no puedo
Lágrimas desde mis ojos caen,
 desde mi corazón ascienden


....................................................


viento detenido
polvareda de perfumes
flores últimas

se hace tarde en la noche

¡estoy tan cansada
que no puedo ni cepillarme el pelo!

las cosas permanecen
los hombres no
todo en su final se acaba

quisiera hablar
pero mis lágrimas se precipitan

dicen que en Shuangxi
la primavera es aún hermosa

podría navegar allí
en una barca ligera

pero quizá esta sea tan pequeña tan frágil
que no pueda soportar el peso
de tanta melancolía




Como además de la belleza de esos versos, la personalidad y la vida de esta mujer es fascinante, trascribo  una breve reseña de la misma (de http://objet-a.blogspot.com.es/ )



Nacida en 1083 en una familia ilustre de Jinan que servía al emperador, recibió una educación intelectual y artística. Se casó con un estudiante imperial Zhao Mingcheng, con quien compartió su creación poética, su afición por los libros, las pinturas y las antigüedades. Se gastaban todo lo que tenían en comprar piezas antiguas, libros, sellos de inscripciones, rollos de pinturas y caligrafías. Ella explica que en el primer y decimoquinto día del mes su marido empeñaba alguna prenda de ropa para poder comprar fruta y copias de las inscripciones. Se alimentaban de arroz y verduras, vestían con ropa sencilla y en cambio llenaron hasta diez salas de su casa con sus colecciones. Iban a las bibliotecas imperiales en búsqueda de poemas que no aparecían en los anales clásicos, historias extraoficiales u obras que habían sido escondidas en las paredes y encontradas en las tumbas. Por su trabajo oficial, él se vio obligado a viajar a menudo pasando largas temporadas fuera, lo que ofreció a Li Qingzhao la ocasión de escribir muchos poemas de amor, de separación o espera. Juntos escribieron un registro o catálogo de inscripciones aparecidas sobre metal y piedra , el Jin Shi Lu, de 30 volúmenes, que a la muerte de él a sus 48 años, ella siguió corrigiendo y completando para su edición. Vivió durante los años agitados de la transición de la dinastía Song del Norte a la del Sur. Perdió todo lo que poseía, enfermó y se vio obligada a viajar en busca de acogida y apoyo. En el epílogo a la edición del catálogo, ella explica las peripecias de su vida en primera persona y recuerda con nostalgia el que debió ser un divertido matrimonio.

“Cuando traía las caligrafías, las enrollábamos y desenrollábamos miles de veces. Cuando adquiríamos un vino antiguo, lo examinábamos con gran atención. Corregíamos los errores de los libros, apuntábamos las ausencias en los antiguos y nos dedicábamos a meditar y apreciar cómo se quemaban las velas. Cada tarde, después de cenar, nos sentábamos juntos y jugábamos a un juego inventado. Traíamos mil libros sobre la mesa y debíamos adivinar de quién era ese verso, a qué obra pertenecía, o intentábamos situar la fecha exacta de un hecho histórico y acabábamos muertos de risa con el  derramado sobre la mesa.”

http://www.rtve.es/resources/TE_SRLAHO/mp3/9/8/1296221496789.mp3

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