viernes, 31 de enero de 2014

Felix Grande



"Tal como van las cosas, tal como va la herida, puede venir el fin desde cualquier lugar, pero caeré diciendo que era buena la vida y que valió la pena vivir y reventar (...) Ni este mundo ni yo tenemos ya remedio, pero caeré diciendo que era buena la vida (...) La adoro con cansancio, con horror, con amor ."
La cita es de Felix Grande.
Este poeta, de la promoción de los llamados "niños de la guerra", murió anteayer a punto de cumplir 76 años. Distinguido con diversos premios entre los que destaca el Nacional de Literatura en 1978, es considerado uno de los líricos más importantes e innovadores de la lírica de posguerra. Su poesía es un reflejo continuo de sus experiencias vitales. Uno de sus poemarios más conocidos e influyentes es el titulado "Las Rabaiyatas de Horacio Martín". En 2012 publicó su última obra, " Libro de familia", uno de sus libros más libres y en el que refleja los pilares de su vida: su infancia, su madre, su mujer -la poeta Francisca Aguirre-, la música de Bach, el flamenco, Antonio Machado y César Vallejo.

Trascribo aquí dos de sus  poemas más conocidos (algunos versos del segundo son muy populares pues Joaquín Sabina los toma prestados a modo de homenaje en su disco Peces de Ciudad)

Para envejecer juntos nos cogemos las manos,
yo miro tu sonrisa, tú miras mi tristeza;
irán saliendo arrugas en mi alma y tu cabeza
y canas sobre nuestros espíritus humanos;

idéntica vigilia caerá en nuestras historias:
ver al tiempo ir cerrando una a una las ventanas,
me sonreirás lo mismo que todas las mañanas
y será como un ramo de flores mortuorias;

tú eres ese recuerdo que he de tener un día,
yo soy esa nostalgia que poblará tu frente
cuando ya sea un anciano, amada, anciana mía;

pienso en ese futuro tranquilo y arrugado
como en dos viejos libros qua ya no lee la gente,
con tanto como habrán, en silencio, aguardado.


....................

Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás, el tiempo
habrá hecho sus destrozos, levantando
su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientras ibas
ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción subterránea, ruina.

Si la felicidad te la dio una mujer
ahora habrá envejecido u olvidado
y sólo sentirás asombro,
el anticipo de las maldiciones.
Si una taberna fue, habrá cambiado
de dueño o de clientes
y tu rincón se habrá ocupado
con intrusos fantasmagóricos
que con su ajenidad te empujan a la calle, al vacío.
Si fue un barrio, hallarás
entre los cambios del urbano progreso
tu cadáver diseminado.

No debieras volver jamás a nada, a nadie,
pues toda historia interrumpida
 tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinado.

Mas sabes que la dicha es como un criminal
que seduce a su víctima
 que la reclama con atroz dulzura
mientras esconde la mano homicida.
Sabes que volverás, que te hallas condenado
a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió en marcarte
con la nostalgia, convertirte
la vida en cicatriz;
y si has de ser leal, girarás errabundo
alrededor del desastre entrañable
como girase un perro ante la tumba
de su dueño... su dueño... su dueño...



"Me enamoré de la guitarra  y estuve a punto de ser guitarrista hasta que llegó Paco de Lucía, dio una patada al suelo, y nos fuimos los aficionados a la cuneta".



"Hay gente que prostituye el lenguaje y esto no está penado, pero es gravísimo, porque el lenguaje tiene una carga de inocencia y nos ha ayudado tanto durante tantos milenios, que debería ser delito prostituir una palabra, algo que está desgraciadamente de moda en estos tiempos"

lunes, 27 de enero de 2014

"Raquel" un relato de Jorge Luján


Raquel abrió los ojos progresivamente. ¿Dónde estaba? No podía recordar nada con claridad. Las ideas se arremolinaban en su mente como un incesante torbellino que la  abrumaba y le impedía pensar con claridad. Echó un vistazo a su alrededor, y lo que observó la asombró aún más. Se encontraba tumbada en una camilla de una sala fría y blanca. No había nadie más con ella. Cuando intentó incorporarse, algo tiró de su brazo. Se volvió y se dio cuenta de que estaba conectada a un gotero. Aquello era un hospital.

De repente recordó. Se había desplomado en clase... o algo así. Un desmayo, probablemente. Últimamente se  había encontrado algo mareada. “Bueno”, solía decirse a sí misma, “es el precio que hay que pagar”. Pero, aun así, nunca la habían conectado a un gotero y encerrado en una habitación de hospital.

Trató de recordar cómo había empezado todo aquello. Debió de ser hacía unos cuantos meses. Hasta entonces todo estaba yendo bien en su vida. No era la más inteligente de la clase, pero las cosas le iban bastante bien y tenía un montón de amigas...

* * *
Fuera, en la sala de espera, los padres de Raquel esperaban impacientes noticias de su hija. Fernando, el padre, consultó su reloj por enésima vez. Julia, su mujer, tenía el rostro enterrado entre sus manos. Fernando recordaba en ese instante cómo había recibido la llamada del director del instituto minutos antes y cómo había salido precipitadamente del trabajo hacia el hospital. Julia se preguntaba por qué le estaría pasando esto a su hija, y si no tendría ella parte de la culpa.

* * *
Raquel continuaba recordando. Miguel. Sí, todo había empezado cuando él había llegado. Ella se había enamorado perdidamente de él desde el primer instante, pero él parecía no darse cuenta. ¿Por qué no se fijaba en ella? Un día, hojeando una revista de moda, se le ocurrió que quizás estuviera demasiado gorda. Al principio, la idea le pareció ridícula. A sus 15 años, pesar 54 kilos no estaba nada mal... ¿o sí? Fue a mirarse en el espejo. Se comparó con las modelos de su revista. Puede que sí que estuviera un poco gorda... Tomó la repentina decisión de perder peso como fuera. Sin duda, era necesario si quería conquistar a Miguel.

* * *
Marta y Laura comentaban en ese mismo instante en el patio los sucesos de la hora anterior.
– Últimamente Raquel está muy rara, ¿no crees? – preguntó la primera.
– Sí que es cierto... Y ha adelgazado un montón. Para mí que no come – respondió la otra.
– Pero... ¿Tú de verdad crees que ha sido por eso por lo que se ha desmayado?
– Pues claro, ¿por qué si no?
– Jolín, ¡qué fuerte!

* * *
Desde la camilla del hospital, Raquel repasaba los eventos que le habían llevado a su estado actual. Primero se había apuntado a un gimnasio. Todas las tardes, después del instituto, iba a hacer ejercicio para perder peso. Cuando se duchaba después, siempre se pesaba. La aguja que marcaba el 54 parecía no moverse nunca del sitio. Así que decidió que debería comer un poco menos. Comenzó suprimiendo el almuerzo. Tiraba el bocata que le ponía su padre todos los días a la papelera sin que nadie se diera cuenta. No les dijo nada a sus padres. Sabía que no lo entenderían. El tiempo pasaba y la aguja de la báscula seguía fija. Los días que sus padres salían o no estaban en casa no comía.

Raquel recordó entonces aquel día que Marta y Laura la habían invitado a ir con ellas a la 
piscina.
– ¡Hey, Raquel! Mañana hemos quedado para ir a la piscina. ¿Te vienes?
Raquel dudó un momento.
– Esto... No sé...
– ¡Venga, vente! – la animó Laura. – Vendrá Miguel y todo...
Esto hizo a Raquel dudar más aún.
– Nos lo pasaremos bien – añadió Marta.
– Bueno, está bien... – cedió Raquel
– ¡Genial! Nos vemos mañana a la entrada del parque para ir todos juntos.

Esa noche, Raquel se pesó una vez más. Se probó el bañador y se miró en el espejo. Seguía estando muy gorda. Incluso más que cuando se dio cuenta la primera vez. O eso le pareció a ella. Al día siguiente no se presentó en el punto de encuentro acordado. Cuando sus amigas le preguntaron 
alegó que se encontraba mal y había estado en cama toda la tarde.

Poco a poco, Raquel fue comenzando a perder peso, pero su obsesión se había vuelto ahora patológica, y ella seguía opinando que debía adelgazar más. De pesarse una vez al día, pasó a hacerlo varias. Su humor comenzó a cambiar. Pasó de ser una chica alegre y simpática a ser reservada, irascible e insociable. Sus notas bajaron considerablemente. Los profesores entonces comenzaron a preocuparse. Al principio no le dieron importancia, pero con el tiempo sospecharon que algo pasaba. Un día, finalmente, el tutor la citó para hablar con ella.

– Raquel, el resto de profesores y yo hemos notado que últimamente estás un poco rara – le dijo cuando ambos estuvieron sentados cara a cara en la mesa del aula desierta –. Realmente estamos preocupados por ti. Tus notas han bajado considerablemente. ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? ¿Has tenido algún problema con algún compañero de clase o con algún profesor...?
– No, de verdad, – contestó ella –. Estoy perfectamente, no se preocupe. Es sólo que estoy un poco... estresada con tantos exámenes y tal...
– ¿Estás segura? Sabes que cualquier cosa que necesites...
– Sí, sí. Estoy bien. Intentaré solucionar lo de las notas.
Y diciendo esto, Raquel se levantó de la mesa y salió precipitadamente del aula. El tutor le dirigió una mirada de preocupación mientras desaparecía por la puerta.

Los padres de Raquel trabajaban muchas horas, circunstancia que les imposibilitaba comer en casa varios días a la semana. Estos días, Raquel no tenía problema alguno. Simplemente no comía. Pero el problema llegaba cuando sus padres sí estaban en casa. Cuando se distraían o se iban a la cocina a por algo, Raquel escondía parte del contenido de su plato en una bolsa de plástico preparada al efecto y escondida bajo su sudadera, que más tarde bajaba directamente al contenedor para que sus padres no la descubrieran. Pero cuando esto no le era posible, les decía a sus padres que no tenía hambre, y ellos comenzaron a preocuparse también. Intentaron hablar con ella, pero cuando le preguntaban al respecto, respondía con excusas similares a la que le había dado al tutor: que estaba agobiada por los exámenes, o simplemente que le dolía un poco la cabeza.

Cuando Raquel estaba recordando estos hechos, la puerta se abrió súbitamente. En el umbral apareció una enfermera rubia que se le acercó con una sonrisa.
– ¡Oh! Ya te has despertado... – dijo.
– ¿Qué... qué me ha pasado? – logró articular Raquel. Ya tenía una sospecha, pero quería estar segura.
– Has sufrido un desvanecimiento. Te vamos a hacer unas pruebas para averiguar la causa.
A Raquel esto no le hizo mucha gracia. Si averiguaban la verdadera causa de su desmayo, probablemente la vigilarían y la obligarían a comer. Y Raquel aún se sentía muy gorda. En ese 
instante entró un médico de aspecto rubicundo, pelo canoso y bigote prominente. Se acercó a Raquel y la saludó, preguntándole cómo se encontraba.
– Algo mejor, gracias – contestó ella, mientras el médico sacaba un tensiómetro del armario.
– ¿Era la primera vez que te pasaba? – preguntó.
Raquel asintió con la cabeza.
– ¿Te has sentido mareada últimamente?
– Sí, en los últimos meses me he encontrado mareada en varias ocasiones, a veces se me nublaba la vista, y cosas así.
El doctor asintió.
– ¿Comes adecuadamente? – preguntó.
– ¿Cómo?
– ¿Te saltas comidas, estas haciendo alguna dieta...?
– Yo..
– Lo suponía. ¿No eras consciente de lo peligroso que era lo que hacías?
Raquel bajó la mirada.
– Bueno, no te preocupes – continuó él–. No va a ser fácil, pero vas a recuperarte. Vas a tener que ser fuerte. Ahora he de salir fuera a informar a tus padres de que estás bien. Deben de estar muy preocupados.

* * *
Fernando y Julia seguían dando vueltas en su cabeza a lo que estaba ocurriendo. Julia recordó en ese momento que a su hija antes le encantaba ir con ella de compras y probárselo todo. Pero últimamente parecía que lo evitaba. Julia le había propuesto ir a comprar un vestido para la boda de un primo suyo, y ella le había contestado con largas y había ido posponiéndolo semana tras semana. Sin embargo, no alcanzaba a entender el porqué, más allá de sospechar que estaba de alguna forma relacionado con lo que le estaba pasando últimamente a su hija y con este súbito desmayo. Fernando también había notado los extraños cambios de humor de su hija. La había invitado a ir al cine para animarla, y también se había negado.

Ambos se levantaron de un salto a la vez en cuanto vieron al doctor Moreno entrar por la puerta de la sala de espera y dirigirse hacia ellos.
– No se preocupen –les dijo –. Su hija se ha despertado y está mejor.
Ellos se miraron y dejaron escapar un suspiro de alivio.
– ¿Qué le ha pasado, doctor? – se animó a preguntar Julia.
– Verán, su hija ha tenido un desvanecimiento por falta de nutrientes. El análisis ha revelado un alto grado de anemia, un claro déficit de glucosa en sangre y algún que otro problema menor.
Fernando y Julia se volvieron a mirar. La sonrisa había desaparecido de sus rostros, que ahora 
presentaban una expresión preocupada.
– ¿Pero.. por qué? – preguntó Fernando.
– Su hija... es anoréxica – concluyó su diagnóstico el médico.

* * *
El doctor Moreno colgó su bata blanca en la percha de su despacho. Suspiró. Había sido un día duro... Se puso su chaqueta y se dirigió hacia el ascensor. Como hacía cada día en su trayecto a casa, se puso a repasar todos los casos con los que se había topado ese día. Salió por la puerta principal y el frío nocturno le golpeó en la cara con fuerza. Su casa estaba apenas a unas manzanas de allí, así que todas las noches volvía caminando.
Recordó entonces el caso de Raquel. Le había chocado especialmente. Él también tenía una hija adolescente, y el tema de la anorexia le preocupaba. Últimamente el número de pacientes que llegaban al hospital con anorexia crecía desmesuradamente. Y era una enfermedad peligrosa.

Recordaba perfectamente la expresión de los padres cuando les había anunciado su diagnóstico. Entonces les había dirigido unas palabras reconfortantes y les había indicado que en breve podrían entrar a ver a Raquel, en cuanto la trasladaran a una habitación. Mientras tanto, les había explicado que no debían reñirla ni hacerla sentir culpable, que aquello iba a ser difícil y que iba a necesitar mucho apoyo. Les había recomendado que consultaran a un psicólogo para que les ayudara. Entonces se había acercado la enfermera y les había avisado de que Raquel estaba ya en su habitación. Él mismo los había conducido a ella y había contemplado el reencuentro. Los tres se habían abrazado, y los padres no habían dejado de decirle cuán preocupados habían estado por ella y cuánto la querían.

El doctor Moreno no pudo evitar sentir compasión por aquella familia sobre la cual se cernían días difíciles. La anorexia era una enfermedad difícil de combatir, y siempre existía la amenaza de una recaída. Era, ante todo, una patología mental, y como tal, la tenía que tratar un psicólogo o un psiquiatra. Pero el tratamiento no era tan sencillo como pudiera parecer en un principio. La anorexia era una distorsión de la realidad. Se asentaba en la mente del paciente con tanta fuerza que, sin importar cuán delgados estuvieran, ellos se veían extremadamente gordos. Y esto era una convicción bien difícil de eliminar.

Entonces se preguntó la razón. ¿Por qué, de repente, tan gran número de adolescentes desarrolla esta enfermedad, hasta el siglo pasado, más bien rara? “Sin duda”, se respondió el mismo, “la causa es la presión que ejerce esta sociedad discriminatoria e idólatra, que erige como modelos físicos a las supermodelos superdelgadas que son convertidas en productos de consumo por revistas y canales televisivos. Un imperceptible bombardeo publicitario que nos va calando inconscientemente, cambiando nuestros modos de pensar, nuestros valores y nuestros principios por el ideario de una sociedad hipócrita y degradada que ya no elige sus propias ideas, si no que éstas son implantadas por los que dirigen los medios de comunicación.”

El médico alcanzó la puerta de su patio y sacó su llave, apesadumbrado por sus negros pensamientos. ¿Era ésta la sociedad que él deseaba para sus hijos? ¿Podía él intentar cambiarla? La llave giró en la cerradura y Moreno se internó en el oscuro vestíbulo mientras fuera, la luna salía de detrás de una negra nube, iluminando con un rayo de esperanza las vidas de todos aquellos que, como Raquel, eran víctimas de la presión social en la que vivían.

martes, 21 de enero de 2014

Cortázar, un genio de las palabras

Me gusta mucho Cortázar. Recuerdo que leí una novela suya ("Los premios") cuando estaba en el último curso de bachiller y me impactó mucho. Después he seguido leyendo toda su obra pero lo que más me gusta son los textos como "instrucciones para subir una escalera" o "instrucciones para cantar". Me he acordado ahora de algo que ha permanecido inédito hasta hace poco y no es muy conocido. Lo pongo aquí:

En un vaso de agua fría o preferentemente tibia 

Es triste, pero jamás comprenderé las aspirinas efervescentes, los alcaselser y las vitaminas C. Jamás comprenderé nada efervescente porque una medicina efervescente no se puede tomar mientras efervesce puesto que parte de la pastilla se te pega al paladar y qué cosquillas, por lo demás totalmente desprovistas de propiedades terapéuticas. Si en cambio se la toma una vez que ha efervescido ya no se ve para qué sirve que sea efervescente. He leído mucho los prospectos que acompañan a esos productos, sin encontrar una explicación satisfactoria; sin duda la hay, pero para enfermos más inteligentes.

lunes, 20 de enero de 2014

Concurso "Mejoro mi ortografía" :resultados segunda prueba

Relación de alumnos con mejor puntuación en la segunda prueba:

PRIMER CURSO:
1ºA:    Lucía Roncero (18,5) / Noelia Valenzuela (17) / María Martínez (15,5) / Alfonso Bermejo (15)
1ºB: Aitor Patiño (15,5) /Ainhoa Sánchez , Ruben Llorens (15) 

SEGUNDO CURSO:
2ºA: Ana Sopromadze (18)
2ºB: Pablo Martínez (18)
2ºC: Emilio Mezzotero (19) / Jesús Mahugo (19)

TERCER CURSO:
3ºA: Jorge Ciborro (15,5) / Laura García (15,5) / Adrián Carrasco (13,5)/
3ºB:  Jorge Segarra (16'5) / Priscila Aguilera (14) / Álvaro Gallo (12,5)

CUARTO CURSO:
4ºA: Adrián Gimeno (16,5)
4º B: Meritxell Coba i Val (17) / Irene Martínez  (15,5)

PRIMERO DE BACHILLERATO:
1ºA: Llum Nácher (18) / Carmen Muñoz (18)
1ºB: Onofre Nácher (17)/Sara Zahonero (17)

sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo 156 (tributo a Rayuela) de Celeste Ciafarone

- Mira lo que te traigo -me dice zalamera mi hija estas Navidades pasadas-... ¡un regalito!  Se lo he comprado a mi amiga Celeste. Te encantará, son dibujos inspirados en Rayuela

La mayoría de las veces mi hija acierta.

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Como apuntaba en la entrada anterior, hoy voy a hablar de una de esas publicaciones que se sucedieron a lo largo del año pasado en torno a la conmemoración del cincuentenario de la aparición de Rayuela. No es una reedición de esas tan  completas que algunas editoriales lanzaron; no se trata tampoco de ningún nuevo estudio  sobre esta novela, que tantos ha suscitado. Es una publicación muy sencilla, sin grandes pretensiones pero no por ello - o quizá precisamente por ello- menos atrayente.
Se trata de un librito gráfico de una joven estudiante de Bellas Artes, Celeste Ciafarone, publicado por el Ayuntamiento de Castellón. Su título : Capítulo 156, tributo a Rayuela (1963-2013)

El libro está estructurado en tres partes. La primera está dedicada a escritores o personajes que han dejado huella en la autora. La segunda, en la que predomina la acuarela, se centra más en Julio Cortázar . La tercera , inspirada exclusivamente en ‘Rayuela’, recoge un conjunto de ilustraciones o grabados en los que Celeste interpreta aquellos fragmentos que más le han interesado, los que considera más sugerentes , los que de alguna forma ha hecho propios.

Lo primero que nos viene a la mente al hojearlo es que se ha conseguido una hermosa y sugerente simbiosis entre palabra e imagen. Los dibujos y acuarelas que ilustran los textos de Cortázar nos amplían  su universo, nos multiplican su valor denotativo y connotativo. Leemos esa frase  que ya conocíamos y al mismo tiempo la imagen nos desvela alguna veta significativa que estaba ahí , disimulada entre los espacios de las palabras o acurrucada tras ellas. Seguimos leyendo y observando con gusto ; pasamos sus hojas pausadamente, con delectación ; de pronto una ilustración nos clarifica el texto ; otra potencia su capacidad significativa; la siguiente, por el contrario, parece embridarla, de forma que intuimos que ya siempre pensáremos en esa imagen al oír o releer esas palabras. Llegamos a la última página casi con nostalgia de volver a la primera. Y es que adentrarse y perderse entre las hojas de esta publicación  es como leer un poema donde se adivina la caricia entre la idea, la imagen y la palabra.

Os dejo con algunas de ellas.














domingo, 12 de enero de 2014

Julio Cortázar: conmemorando con textos


- Julio Cortázar..., seguro que os suena este escritor, que habéis  leído algo suyo, ¿cierto?


Cuando surge este tipo de mención  en clase, normalmente en los cursos superiores- segundo ciclo o Bachiller- , en principio a casi todos les cuesta responder o parecen no acordarse de este autor. Lo más normal es que les suene vagamente.  
Sin embargo, enseguida que les menciono que de él es el texto "Instrucciones para subir una escalera" o "para dar cuerda al reloj" o el relato "Continuidad en los parques" , todos recuerdan esos textos inmediatamente. Es lo que tiene la escritura de Cortázar: que marca, que sorprende, que atrapa, desde el texto breve a la misma Rayuela, esa novela extensa, desconcertante en su lectura, en la que el lector titubea sobre por dónde empezar, cómo avanzar, qué sentido adquiere ; un laberinto maravillosos en el que el lector se pierde gozosamente al quedar atrapado en una casilla, en unas líneas, en una imagen..
En 2013, ese "año sombrío " que acabamos de dejar atrás, se conmemoró el cincuentenario de la publicación en España de Rayuela. Se han sucedido actos y ediciones especiales ( de una de ellas os hablaré en la siguiente entrada) Y en este 2014 volveremos a oír citar repetidamente el nombre de Cortázar , pues se cumple el centenario de su nacimiento.
 Estaremos atentos .Y mientras , una invitación a todos: aprovechemos la circunstancia para releer o hacer una incursión en cualquiera de las obras de este grande de las letras.

Así que, a modo de aperitivo, tres textos suyos: el primero, que quizá conozcáis, son las famosas "Instrucciones para subir una escalera", de "Historias  de cronopios y de famas" ;  los otros dos son de "Rayuela" y corresponden a los  capítulo 93 y 68, por este orden. 
Al leer este último no os asustéis  si no entendéis nada, es normal; es una especie de jitanjáfora, un "lenguaje" inventado por Cortázar y que él denomina glíglico (–El glíglico lo inventé yo –dijo resentida la Maga–. Capítulo 20).  Con este recurso, en lugar de describir una escena, Cortázar sugiere la situación y hace que cada lector, al ir reemplazando mentalmente los términos sin sentido por otros procedentes de su experiencia, complete el ­significado (una pista: se describe , en lenguaje cifrado, una escena erótico-amorosa )


Instrucciones para subir una escalera

 Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
   Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
   Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.


¿Por qué stop?...

...Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto. Pero estoy solo en mi pieza, caigo en artilugios de escriba, las perras negras se vengan cómo pueden, me mordisquean desde abajo de la mesa."
(Capítulo 93)


Capítulo 68.

 Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

jueves, 2 de enero de 2014

Lecturas recomendadas (4ºESO)

 Aunque un poquito tarde, os recuerdo algunos de los títulos propuestos para lecturas complementarias.
Los dos primeros  exigen buenos lectores (esos que leen con cierta asiduidad, al menos) ya que son narraciones maravillosas pero de cierta extensión; para los que os cuesta leer, los dos últimos títulos os irán bien (Campos de fresas gusta hasta “al que no le gusta leer “ y , en especial a las chicas)

 
·                     Michael Ende, La historia interminable  (En varias editoriales)
Fantasía, la tierra donde habitan los sueños, está en peligro. Las mentiras y la mezquindad están a punto de destruirla. Pero Bastián, un joven lector, no está dispuesto a permitirlo.
Una historia trepidante, con experiencias increíbles y seres inolvidables, que seguro os gustará.



·     Umberto Eco, El nombre de la rosa  (en varias ediciones)
El nombre de la rosa ofrece distintos puntos de interés: primero una trama apasionante y constelada de golpes de efecto, que narra las actividades detectivescas de Guillermo de Baskerville para esclarecer los crímenes de una abadía benedictina; segundo, la reconstrucción portentosa de una época especialmente conflictiva, reconstrucción que no se para en lo exterior, sino que se centra en las formas de pensar y sentir del siglo XIV.
·  



      Jordi Sierra i Fabra, La piel de la memoria  ( Edelvives ,colección Alandar) 194 páginas. 
La vida de Kalil Mtube, un niño de Malí, cambia drásticamente cuando, después de haber sido vendido por su padre a un traficante, es obligado a trabajar brutalmente como esclavo en una plantación de cacao en Costa de Marfil. Allí conoce la amistad y el amor, pero también la despiadada crueldad de los seres humanos…



                             ·        Jordi Serra i Fabra, Campos de fresas (Alfaguara)
Este libro habla sobre las drogas y las consecuencias que pueden tener, sobre todo en la etapa de la adolescencia. Su protagonista, Luciana, cae en coma después de haber ingerido una pastilla de éxtasis. El libro nos describe la vida de los diferentes personajes una vez pasado el accidente.




MUJERES QUE INSPIRAN

  Rosa Parks (1913 – 2005) El primero de diciembre del año 1955, en Montgomery ( Alabama), Rosa, una mujer negra , se sube al autobús que to...