miércoles, 30 de octubre de 2013

Discurso de Antonio Muñoz Molina en la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias


La semana pasada, al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el escritor Antonio Muñoz Molina pronunció un acertado discurso , sencillo y directo, sobre la función de la Literatura y el papel del escritor en los tiempos actuales;  artesano de la palabra, reivindica el gusto por las cosas hechas con dedicación y esmero, con arte y perseverancia ; observador doliente de su tiempo, critica la corrupción y la impostura dominante en los ámbitos políticos y económicos.
Os propongo la lectura del texto completo. Sé que no estáis habituados a este género y quizá os resulte un poco largo pero merece la pena el esfuerzo.

Ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias 2013
INTERVENCIÓN DEL
SR. ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Premio Príncipe de Asturias de las Letras
Oviedo, 25 de octubre de 2013

Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria. Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierte en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea práctica: uno hace algo que le gusta y que a costa de aprendizaje y empeño ha logrado hacer con cierta garantía de solvencia, pero no lo hace para sí mismo, por mucho que esa tarea la haga a solas y que en el simple hecho de llevarla a cabo haya una satisfacción privada. El resultado que se obtiene de ella alcanza una existencia objetiva, independiente de quien la realizó, y pasa a integrarse beneficiosamente en las vidas de sus destinatarios: un instrumento musical o una partitura, una herramienta, una mesa, una historia, un cuaderno, un cuadro, un cuenco de barro, una fotografía, un hallazgo científico, un paso de danza, la cura de una enfermedad, un prodigio deportivo, un plato bien cocinado, una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería.

Hay algunas singularidades en el oficio de escribir, como las hay en cualquier otro. La primera es que la necesidad humana que satisface es una de las más intangibles, aunque también una de las más universales: la de saber historias y la de contarlas, es decir, dar una forma inteligible al mundo mediante las palabras. Una historia, de ficción o no, propone un modelo universal de un cierto campo de la experiencia a partir de la observación de los datos particulares de la vida. Del mismo modo actúa el científico, elaborando modelos teóricos derivados de la observación y la experimentación, que sirvan, doblemente, para explicar y predecir. En las sociedades primitivas o antiguas el mito es el modelo de explicación y predicción de los comportamientos humanos. Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus variedades, desde las más banales, más toscas, más comerciales y efímeras, hasta las más hondas y exigentes, desde la telenovela y el videojuego a Don Quijote o Moby-Dick o a un cuento de mi querida Alice Munro.

Nos dedicamos, pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece. También a un oficio mucho más incierto. Porque en él, y esta es su segunda singularidad, la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa entre el mérito y el reconocimiento.
Quien escribe sabe que ha de dedicar a su oficio tantas horas y tantos años como un artesano al suyo, y que sin esa dedicación no logrará completar nada de valor. Pero también sabe que la entrega, por sí misma, no garantiza la calidad del resultado, porque la experiencia y la dedicación pueden conducirlo al amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo. Y también sabe que lo mejor unas veces es reconocido de inmediato y otras veces es ignorado, y que lo que parecía mejor a veces se desmorona al cabo de muy poco tiempo, y que una extraña justicia tardía alumbra mucho tiempo después, sin compensación posible, al talento verdadero que no brilló en vida.
El desaliento ante las incertidumbres del oficio se acentúa más en tiempos de incertidumbres tan amargas como estos. Es difícil hablar de la perseverancia y el gusto del trabajo en un país en el que tantos millones de personas carecen angustiosamente de él. Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento.
Aun así, y dejando las responsabilidades de la ciudadanía en el lugar que les corresponde, el único remedio aceptable que conozco contra el desaliento del oficio es el oficio mismo. Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los cinco sentidos. Escribir sin concederse la menor indulgencia. Escribir aceptando y disfrutando la soledad y agradeciendo el entramado de otros oficios fundamentales que lo convierten en uno de los oficios menos solitarios y más colectivos del mundo, como es solitario y colectivo el del músico y el del científico; agradeciendo el oficio del editor, del corrector de pruebas, del traductor, del librero, del crítico, el de otros escritores de los que uno aprende admirándolos, el oficio del que enseña a leer y del que trasmite en un aula el amor por la literatura; agradeciendo el oficio más placentero de todos, que es el del lector. Escribir con el miedo a no tener lectores y con el miedo a perderlos, sobreponiéndose lo mismo a los elogios que a las heridas. Escribir porque a pesar de todas las negaciones y las imposibilidades la escritura, como cualquier oficio, es sobre todo un acto de afirmación. Escribir porque sí.
En 1981 se entregaron por primera vez estos premios y vuestra alteza presidió en ellos su primer acto público. Aún se vivía entonces bajo el trauma sombrío y reciente de una tentativa de golpe de estado. En su discurso de agradecimiento, el poeta José Hierro aludió con alegría y alivio, pero también con plena conciencia del peligro, al “aire de libertad que respiramos”. Ese aire, a pesar de todos los pesares, lo seguimos respirando 32 años después, que constituyen el período más largo de libertad que se ha conocido en la historia entera de nuestro país. Es importante recordar estas cosas ahora, cuando el porvenir parece en muchas cosas tan incierto como entonces. En este tiempo se ha hecho adulta la generación entera que nacía por entonces, que es la de mis hijos. Sus vidas son ya más difíciles de lo que imaginábamos hace sólo unos años, pero es importante recordar que también aquellos tiempos de 1981 nos parecían amenazadores cuando nosotros los vivíamos. Y sin embargo no hemos dejado de respirar el aire de libertad que celebraba José Hierro. Sin esa respiración no habría sido posible la generación literaria a la que yo pertenezco. Incluso nos hemos acostumbrado tanto a ella que corremos el peligro de no saber ya apreciarla. Es nuestra responsabilidad salvar lo que ganamos gracias a que muchas personas hicieron y hacen bien sus oficios, privados y públicos; y también reflexionar con urgencia sobre todos los errores, todas las inercias y descuidos que necesitamos corregir. En esa tarea los oficios de las palabras podrán ser más útiles que nunca.

viernes, 25 de octubre de 2013

Hoy, un poema: Es cierto

Hoy, por una especie de fidelidad , quizá para algunos absurda o sentimental, a la amistad y al recuerdo, toca un poema en francés.
Es de Michel Houellebecq ( conocido especialmente por su novela Las partículas elementales) y va dedicado a la memoria de nuestro compañero Carlos Bonastre.

Il est vrai

Il est vrai que ce monde où nous respirons mal
N'inspire plus en nous qu'un dégoût manifeste,
Une envie de s'enfuir sans demander son reste,
Et nous ne lisons plus les titres du journal.

Nous voulons retourner dans l'ancienne demeure
Où nos pères ont vécu sous l'aile d'un archange,
Nous voulons retrouver cette morale étrange
Qui sanctifiait la vie jusqu'à la dernière heure.

Nous voulons quelque chose comme une fidélité,
Comme un enlacement de douces dépendances,
Quelque chose qui dépasse et contienne l'existence ;
Nous ne pouvons plus vivre loin de l'éternité.

Es cierto

Es cierto que este mundo en que nos falta el aire
Sólo inspira en nosotros un asco manifiesto,
Un deseo de huir sin esperar ya nada,
Y no leemos más los títulos del diario.

Queremos regresar a la antigua morada
Donde el ala de un ángel cubría a nuestros padres,
Queremos recobrar esa moral extraña
Que hasta el postrer instante santifica la vida.

Queremos algo como una fidelidad,
Como una imbricación de dulces dependencias,
Algo que sobrepase la vida y la contenga;
No podemos vivir ya sin la eternidad.

lunes, 21 de octubre de 2013

Semana de movilización contra los recortes


Como todos sabréis, empezamos la semana de movilización contra la ley Wert y los recortes educativos. A la huelga convocada por el Sindicato de estudiantes para los días 22, 23 y 24, se suma y coincide ,el próximo jueves, la que será la segunda Huelga general en el ámbito de la educación.                                                                    Apoyada por todos los sectores educativos se pretende mostrar el rechazo unánime a la LONCE , una ley cuyo proyecto, ya aprobado -sin diálogo ni consenso alguno- atenta claramente contra el principio de igualdad de oportunidades, degrada la enseñanza y menoscaba la educación pública.
La educación pública, la de todos y para todos, la que debería constituirse en principio equilibrador de las inevitables desigualdades sociales y la que debería ser mimada y respetada, en tiempos de crisis quizá con mayor desvelo, por ser la base y el instrumento para albergar esperanzas de un futuro mejor.


A veces dudamos de la eficacia de las huelgas, estamos en desacuerdo de la oportunidad de las mismas, estamos cansados de la indiferencia o la incomprensión de parte de la sociedad, estamos asqueados de la manipulación torticera de los actos de protesta y reivindicativos, estamos cansados de la sobrecarga física y mental que supone intentar que los recortes afecten lo menos posible a nuestros alumnos..., sí, a veces estamos hasta el pirri de todo y hasta llegamos a pensar que no merece la pena que nos descuenten un día de jornal (que se nota mucho en nuestras ya menguadas economías) o, incluso, que le hacemos un favor a la Administración, ya que se ahorra un montón de pasta por nuestro día de huelga y, por supuesto y a pesar de lo que diga,  a tenor de cómo actúa  le importa un comino la calidad educativa de la que tanto habla. Sí, la tentación de dejarse llevar, ir cada uno a lo suyo, taparse los ojos y las orejas a lo que está pasando está ahí. Pero habrá que vencerla, ponernos en pie, salir a la calle todos juntos, habrá que luchar. "Si luchas puedes perder, si no luchas estás perdido". Acabo de recordar esta cita que no sé de quién es. No importa. .

Nota: El vídeo anterior corresponde al grabado por el grupo de profesores y alumnos de Valderrobles (Teruel) con la canción final de otro, el titulado Un corto muy recortado, al que podéis acceder con el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=hlZkdJ9xzoA

domingo, 20 de octubre de 2013

Concurso Hispanoamericano de Ortografía, participando un año más.


Como ya es tradición en nuestro instituto, este año participamos de nuevo en el Concurso Hispanoamericano de Ortografía, que alcanza ya su decimocuarta edición.

Tras las pruebas internas realizadas entre el alumnado de 2º de Bachillerato,  la mejor puntuación fue la obtenida por Laura Jover Abad, así que fue ella quien nos representó el pasado jueves en la fase autonómica, que se celebró, como siempre, en el instituto Luis Vives de Valencia.
Este curso se ha incrementado significativamente el número de centros participantes , hecho esperanzador  si lo interpretamos como reflejo de un mayor interés por cuidar la expresión escrita, tan vapuleada por el descuido dominante entre los jóvenes y la falta de rigor de algunos medios de comunicación.
A la espera de los resultados e independientemente de los mismos, felicito en nombre de todos a Laura por el buen  nivel alcanzado en esta competencia.

lunes, 14 de octubre de 2013

Alice Munro, Premio Nobel de Literatura

El viernes pasado le concedieron el Premio Nobel de Literatura a Alice Munro. La primera vez que oí hablar de esta escritora canadiense fue gracias a la recomendación de un compañero - por cierto, profesor de matemáticas aunque seguramente hubiese podido dar clases de literatura igual o mejor que muchos de los que nos dedicamos a ello, dados sus conocimientos literarios y su exquisita sensibilidad para los libros y la escritura.
Me alegré por dos razones: primero, porque aunque sólo he leído algunos relatos de esta autora (los que se reúnen en el libro Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio) y no soy quien, por tanto, para opinar sesudamente, su escritura y su mundo narrativo , pequeño y recurrente pero  original y personalísimo , me parece merecedor del reconocimiento que otorga un premio como este; segundo, me alegré por el hecho de que recayese en una mujer, pues aún en nuestros días el “porcentaje femenino” en todos los ámbitos es bastante pobre.

Podría añadir también que me ha gustado porque , de alguna forma, se premia también un género, el cuento, el mundo del relato más o menos breve, que durante años se consideró de carácter menor.

Y para hablar de ella, nada mejor que acudir a alguna de las semblanzas que otros escritores le han dedicado. En este sentido, he escogido un artículo de Antonio Muñoz Molina , publicado en Agosto de 2005 en  El País.
Enhorabuena a la "duquesa de Ontario".

 HUIDA Y VOCACIÓN
Antonio Muñoz Molina
Alice Munro tiene una espléndida corola de pelo blanco luminoso y revuelto y una gran sonrisa que se convierte fácilmente en carcajada durante las entrevistas que le hacen en la radio. A los 74 años, no es una de esas mujeres de las que se dice que han debido de ser muy guapas: es una mujer muy guapa, con una cara de expresión tan intensa como las aventuras de su vida, con unos ojos brillantes en los que se mantiene intacta la curiosidad por el mundo que la llevó a concebir para sí misma una resuelta vocación literaria desde el principio de su adolescencia. Las coordenadas de su biografía son las mismas que las de su literatura: nacida en 1931, en una zona rural de la provincia de Ontario, conoció de niña la exaltación de la naturaleza y de los espacios abiertos y también las penurias de la Depresión./../  El principio de su vida adulta coincidió con el salto del pasado rural a la prosperidad suburbana y al primer consumismo de los años cincuenta. La niña aventurera y lectora, aficionada a inventar para sí misma novelas y porvenires fabulosos, atada al aislamiento y a la escasez de la granja familiar y al mismo tiempo empapada en las impresiones paradisiacas de una infancia en estrecho contacto con una naturaleza todavía parcialmente indomada, se convirtió primero en estudiante pobre y con beca en una universidad provinciana y luego en ama de casa, atrapada fatalmente en una vida de obligaciones domésticas, embarazos, crianza de hijos, subordinación a la carrera o al negocio del marido, en su caso una librería en Vancouver.


En la universidad, Munro había empezado a publicar algunos cuentos en revistas y a recibir alguna atención. Su retirada hacia la vida familiar la redujo durante años a un silencio que seguramente tenía mucho de capitulación. Desde niña se había sabido rara y distinta, y había comprendido que para no sufrir el escarnio de los demás tendría que disimular, fingir que acataba las expectativas permitidas a una mujer. Preferir secretamente la vocación de la literatura a la de la maternidad tenía algo de impulso de perdición.



De esos años en los que se debió de ver a sí misma atrapada por la invisibilidad y la renuncia, encerrada en la vida de conformidad y confort que retrataban las películas -el marido, los hijos, la casa con jardín, los electrodomésticos- procede un tipo de personaje que se repite mucho en las historias de Alice Munro: la mujer que guarda sus sentimientos y sus pasiones para sí, debajo de una superficie apacible, y que de pronto un día se atreve a hacer algo que le provoca remordimiento pero de lo que no se arrrepiente, porque sabe que no podría haber actuado de otra manera./…/

En las historias de Alice Munro las protagonistas saben que elegir tiene un precio muchas veces muy alto, y que lo más deseado, lo que más se corresponde con la verdad íntima de uno mismo, puede ser dañino o cruel para otros. Su atención cuidadosa y escrutadora a los sentimientos es un cristal transparente que no se empaña nunca de complacencia ni de sentimentalismo. Sus mujeres tienen la tentación urgente del porvenir y el legado de una memoria que las vincula a un ayer extinguido, opresor y mezquino, marcado por la pobreza y las tristes sombras familiares, pero también iluminado por las sensaciones de la infancia. Dice Alice Munro que tiene muy buena memoria: que al ver al cabo de 50 años una foto en blanco y negro de los alumnos de su clase podía acordarse de los colores de la ropa que cada uno llevaba. En su escritura, tan limpia, está esa claridad en las percepciones, esa capacidad de revivir los pormenores de un objeto vulgar o de una planta o del plumaje de un pájaro y de transmitir el tono de una voz y las singularidades del habla de alguien.


La oí decir hace poco, en la radio, que muchas veces ha empezado historias que le parecían destinadas a convertirse en novelas, pero que siempre acaban siendo relatos más o menos cortos, con frecuencia sutilmente conectados entre sí. Lo decía riéndose, como aceptando una fatalidad contra la que no puede hacer nada. Pero los relatos de Alice Munro contienen muchas veces novelas enteras, abarcan amplitudes temporales y saltos de generaciones que uno no imaginaba que pudieran caber en el espacio de unas pocas decenas de páginas. /…/

Su mundo es limitado, en el espacio y en el tiempo, en el repertorio de sus temas y de sus imágenes, y a la vez parece prácticamente infinito. Desde la primera línea uno sabe que ha ingresado en un cuento de Alice Munro y agradece esa familiaridad, y al mismo tiempo se mantiene alerta para apresar los nuevos matices, los quiebros, los espacios en blanco, las sorpresas con las que sin duda va a encontrarse/../
Su naturalidad es tan perfecta, sus personajes parecen tan comunes, que no siempre se advierte a primera vista la magnitud de su talento. Esa señora canadiense de pelo blanco, de voz educada e irónica, de risa fácil, es uno de los grandes en la literatura de ahora mismo.



martes, 1 de octubre de 2013

Vivir adrede, de Mario Benedetti


El fin de semana pasado, buscando entre los anaqueles de una librería un título para regalar a una amiga, me topé con un librito pequeño que llamó mi atención en un primer momento tan sólo por el color de sus tapas y la sencillez de su portada: "Vivir adrede" de Mario Benedetti. El título me sonaba - este es un poeta al que recurro con cierta asiduidad - pero no lo había leído. Como había bastante gente y el librero no me apremió para atenderme, me retiré a un rinconcito y allí, abstraída, empecé a disfrutarlo. Se trata de un conjunto de reflexiones breves estructuradas en tres secciones : Vivir, Adrede y Cachivaches. Me gustaron así que lo pagué y lo acabé de leer tranquilamente en casa durante el fin de semana. Hoy lo he regalado a alguien muy querido, a quien le gustará que haya aprovechado la circunstancia para transcribir aquí unos fragmentos que compartir con vosotros.


Vaivenes
Cada existencia tiene sus vaivenes, que es como decir sus pormenores. El tiempo es como el viento, empuja y genera cambios. De pronto nos sentimos prisioneros de una circunstancia que no buscamos sino que nos buscó. Y para liberarnos de esa gayola es imprescindible pensar y sentir hacia adentro, con una suerte de taladro llamado meditación. De pormenor en pormenor vamos descubriendo el exterior y la intimidad, digamos el milímetro del universo que nos tocó en suerte. Y sólo entonces, cuando encontramos al muchacho o al vejestorio que lleva nuestro nombre, sólo entonces los pormenores suelen convertirse en pormayores.

De palabra en palabra.
Uno de los trayectos más estimulantes de esta vida es el tránsito por el idioma. El pensamiento avanza de palabra en palabra. Es una senda llena de sorpresas y algunas veces totalmente inédita. Y cuando pasa a ser sonido, cuando cada vocablo por fin coincide con la voz que lo espera, entonces lo normal se convierte en milagro. Paso a paso, sílaba a sílaba, el idioma pasa a ser una revelación. Y qué placer cuando un prójimo cualquiera sale a nuestro encuentro, paso a paso también, sílaba a sílaba, y su palabra se abraza con la nuestra.
Las maravillas y las impurezas emergen repentinamente del olvido y se introducen sin permiso en nuestro asombro. Gracias al idioma, sobrevivimos. Porque somos palabra, quién lo duda. El lenguaje es una bolsa de ideas, una metafísica que no tiene reglas, una propuesta que cada día es distinta.


MUJERES QUE INSPIRAN

  Rosa Parks (1913 – 2005) El primero de diciembre del año 1955, en Montgomery ( Alabama), Rosa, una mujer negra , se sube al autobús que to...